Notas
La sombría ópera de Richard Strauss vive, en su reposición, manifestaciones vocales respetables
Entre exceso de odio y éxtasis de muerte: Aušrin Stundyté se enfrenta con solvencia al exigente papel protagónico de Elektra en Viena.
Ya ha pasado algún tiempo desde que la negrísima puesta de Elektra de Uwe Eric Laufenberg (de la etapa directiva de Dominique Meyer) fue sustituida por la actual dirección —en una especie de retrospectiva histórica— por la versión de Harry Kupfer de 1989. Oscura es también la lectura de Kupfer: Elektra espera, anhelante de muerte, a su hermano Orestes bajo un monumento negro decapitado de su padre Agamenón.
Sea con escenario vacío o con arquitectura monumental, eso resulta finalmente indiferente. Lo esencial es la vivencia radical e inmediata del papel central del dolor. Ausrin Stundyté, que ya en el año 2000 pudo verse como Elektra en la genial puesta salzburguesa de Krzysztof Warlikowski, construye de manera creíble a la figura traumatizada como una mujer situada entre el exceso de odio y una éxtasis de muerte casi danzada. Obsesión, fragilidad, hipocresía y autodestrucción se libran también en el plano vocal con respetable esfuerzo; como entonces en Salzburgo, aunque ahora con algo menos de fuerza arrolladora.
Culpa y placer
Afiladas notas agudas alimentan el drama, mientras que los graves —a menudo discretos— llaman la atención. Convencen, no obstante, valiosos momentos de recogimiento lírico. Nina Stemme brilla como Clitemnestra, la madre marcada psicosomáticamente por el peso de su culpa, con una soberanía madura y contenida; a la Crisótemis, ávida de vida, Camilla Nylund le aporta claridad. ¿Correctos? Jörg Schneider como Egisto y Derek Welton como Orestes, al igual que el conjunto del elenco.
Acompaña al mismo la Orquesta de la Staatsoper, bajo la dirección de Alexander Soddy, que envuelve eficazmente esta constelación familiar mortal con oleadas febriles, sin dejar que se pierda en el tumulto. Música orquestal de nervios, entre el frenesí de la catástrofe y la pausa sonora, que da testimonio de impulso y equilibrio expresivo. Algunos abucheos para Stundyté.
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