Avanti a Lui

Notas

Amahl and the Night Visitors: ¿cosa de chicos o algo más?

Por Michael Sommers

Kenny Leon pone en escena de manera estratégica la ópera de cámara de 45 minutos de Gian Carlo Menotti


Algunos de nosotros guardamos en la mente una especie de bolsa de retazos de melodías aleatorias, probablemente aferradas desde la infancia, que tarareamos, silbamos o murmuramos distraídamente mientras hacemos tareas domésticas, ejercicio o cosas por el estilo, ya sea que recordemos o no los títulos de las canciones y su origen. Entre las mías hay un estribillo rítmico que enumera nombres: «Emily, Emily, Michael, Bartholomew, ¿cómo están tus hijos? ¿Y cómo están tus ovejas?». Había olvidado —hasta volver a oír esa melodía alegre la otra noche— que la canción se encuentra justo en el centro de Amahl and the Night Visitors. Probablemente vi algunas de aquellas transmisiones televisivas navideñas anuales, a comienzos de la década de 1960, de la célebre ópera de cámara de Gian Carlo Menotti, y de algún modo ese fragmento musical quedó grabado en mi memoria.

Estrenada el jueves en una nueva producción del Lincoln Center Theater, en asociación con The Metropolitan Opera, Amahl and the Night Visitors se representa en el relativamente acogedor ámbito de la sala Mitzi E. Newhouse Theater, con capacidad para 299 espectadores. El espacio es aprovechado con inteligencia por el director Kenny Leon y su equipo de diseñadores para fomentar una sensación de intimidad en torno a este drama musical de 1951, concebido originalmente para el público televisivo y pensado para ser disfrutado especialmente por los más jóvenes.

La ópera de 45 minutos de Menotti está inspirada en el relato bíblico de los tres reyes en su viaje a Belén. Ellos y su mayordomo pasan inesperadamente la noche en la choza de una viuda pobre y de su joven hijo Amahl, un pastor. Convocados para conocer a los visitantes reales, los vecinos —Emily, Emily, Michael, Bartholomew y compañía— llegan con comida y bebida, y pronto todos se ponen a bailar. Más tarde, el humilde obsequio de Amahl para el niño que los reyes buscan desencadena un milagro que transforma la vida del muchacho. Se trata de un relato más bien sombrío que culmina en un desenlace silenciosamente luminoso. Impulsando siempre la acción hacia adelante, la partitura cantada de principio a fin de Menotti, a menudo rítmica, es simple y directa, salpicada de melodías agradables.

Para esta producción, la partitura se interpreta en un arreglo de época de Paul Aron para dos pianos de concierto de cola, visibles al fondo del escenario, mientras que un oboísta, Jesse Barrett, aparece en distintos momentos en los pasillos o entre los personajes. El escenario en forma de proscenio avanzado está ocupado en su mayor parte por un piso de tablones grisáceos, parte de una escenografía de cabaña deliberadamente esquelética diseñada por Derek McLane. Detrás se extiende una vasta superficie de cielos estrellados que, probablemente, no puedan ver quienes estén sentados en los extremos laterales del auditorio. La iluminación moteada y saturada de color de Adam Honoré contribuye a hacer palpables los distintos climas del espectáculo y el milagro final.

Puesta en escena de manera estratégica por Leon para acercar la acción al público, los tres reyes se materializan inicialmente entre los pasillos y avanzan hasta el escenario, preparando su sorprendentemente cómica irrupción en la vida de Amahl. Están teatralmente ataviados por el diseñador de vestuario Emilio Sosa con túnicas de inspiración bíblica superpuestas a indumentaria ejecutiva contemporánea. A pesar del calzado moderno, las prendas holgadas —en su mayoría en tonos terrosos— que lucen la Madre de Amahl y los vecinos evocan a aldeanos de Europa oriental de comienzos del siglo XX. Esta mezcla ecléctica vuelve el mundo del espectáculo más accesible desde lo visual que aquellas remotas épocas del año cero dominadas por sandalias y túnicas.

Desde luego, el buzo verde, el gorro de lana tejido y las rastas que luce el vivaz Amahl —encarnado con encanto por Albert Rhodes, Jr.— podrían pertenecer perfectamente a un chico actual del Upper West Side. Joyce DiDonato aplica con pericia su voz cálida y vibrante para suavizar el carácter habitualmente ansioso de la Madre de Amahl. Los reyes están retratados con encanto por el bajo-barítono Phillip Boykin como un majestuoso Baltasar, el barítono Todd Thomas como un afable Melchor y, quizá de manera más deliciosa, el tenor Bernard Holcomb como un Gaspar inquieto y efusivo; sus armonías suenan espléndidamente grandiosas. En el papel de su paje, en gran medida silencioso, Johnathan McCullough resulta resonante cuando la partitura lo requiere. Manuel Palazzo, Bryanna Strickland y Madeline Wright son los ágiles bailarines que conducen a los vecinos a través de los gestos de inspiración Agnes de Mille de la alegre coreografía de Ioana Alfonso.

Por más agradablemente puesta en escena e interpretada que resulte esta Amahl and the Night Visitors, ¿la disfrutarán los chicos de hoy? No me lo pregunten. Como obra elevada, sigue siendo un drama musical valioso, aunque algo rígido, desarrollado sobre un tema cristiano. De manera más práctica, ¿resultarán excesivos cuarenta y cinco minutos de ópera para la generación TikTok? Si bien el diseño sonoro de Marc Salzberg parece lo suficientemente nítido, el uso de sobretítulos podría ser necesario para oídos jóvenes habituados a los auriculares. La breve temporada festiva de la producción ofrece ocho funciones matinales. Ojalá el Lincoln Center Theater sondee las reacciones de los espectadores más jóvenes.

Amahl and the Night Visitors se estrenó el 18 de diciembre de 2025 en el Mitzi E. Newhouse Theater y se presenta hasta el 4 de enero de 2026. Entradas e información: lct.org.


Crédito y fuente

Traducción al español del artículo original “Amahl and the Night Visitors: Kid’s Stuff or What?”, de Michael Sommers, publicado originalmente en Playbill.
© Playbill. Todos los derechos pertenecen a sus respectivos autores y editores.
Esta traducción se publica con fines informativos y culturales.