Notas
Fidelio en Viena: una nueva Oda a la libertad
Así como la Novena Sinfonía de Beethoven es una Oda a la alegría, su única ópera, Fidelio, es una auténtica Oda a la libertad.
Disfrazada de hombre, Leonore rescata a su esposo, el prisionero político Florestan, de una muerte segura a manos de su enemigo. Un argumento que, en Viena —ciudad del estreno de la obra—, resuena con una fuerza histórica y simbólica singular.
Cuando la Ópera Estatal de Viena, devastada durante la Segunda Guerra Mundial, reabrió finalmente sus puertas en noviembre de 1955, Fidelio fue la obra elegida para marcar ese renacer. En 1970 llegó la legendaria producción de Otto Schenk, que se mantuvo en repertorio durante 55 años y 268 funciones. A la muerte del venerado director, en enero de este año, su histórica puesta parecía destinada, inevitablemente, al retiro.
La nueva producción debía llenar un espacio enorme —y lo intenta de una manera inesperada: con marionetas. Nikolaus Habjan, director con una extensa trayectoria como titiritero, debuta en la Staatsoper otorgando a Leonore y Florestan dobles de tamaño superior al natural. Contra todo pronóstico, el recurso funciona. Permite a la soprano sueca Malin Byström exteriorizar los pensamientos íntimos de Leonore, mientras su alter ego, Fidelio, toma forma en la marioneta. El Florestan de madera yace encogido en el suelo, imagen elocuente de un prisionero sometido al hambre, mientras el tenor británico David Butt Philip encarna en escena el espíritu desafiante que lo llevó a prisión. El reencuentro final, con ambos pares abrazándose, resulta de una intensidad profundamente conmovedora.
La voz de Byström posee un timbre oscuro, de color ciruela, con un brillo velado. En su debut escénico en el papel tardó un poco en afirmarse, pero terminó atacando con convicción el texto Abscheulicher! Wo eilst du hin? (“¡Monstruo! ¿Adónde te diriges?”) !, desplegando una refinada paleta dinámica. Butt Philip ofreció un Florestan verdaderamente glorioso: su largo crescendo en Gott! Welch Dunkel hier! emergió literalmente desde la oscuridad, con un tenor musculoso y heroico.
Christopher Maltman, con un bajo-barítono de acentos wagnerianos, compuso un Pizarro feroz y mordaz, mientras que Tareq Nazmi aportó a Rocco un bajo de grano suave y humano: un carcelero que pasa de embolsarse las joyas confiscadas a actuar correctamente, inspirado por el ejemplo de Fidelio. Como subraya el propio Habjan, no es necesario ser un héroe; basta con elegir a qué héroes seguir.
Los nuevos textos hablados de Paulus Hochgatterer añaden inmediatez al desarrollo dramático. La escenografía de Julius Theodor Semmelmann propone estructuras tipo cajas, concebidas para favorecer la proyección vocal por encima de la orquesta: una Filarmónica de Viena en estado de gracia, arremetiendo con energía contra la partitura beethoveniana.
Franz Welser-Möst, que regresaba al podio de la casa por primera vez tras su tratamiento contra el cáncer, fue recibido como un héroe. Su dirección, de hueso grande y pulso firme, incendió la coda de la Obertura Leonore n.º 3, insertada antes de la escena final según una tradición instaurada por Gustav Mahler. Un momento de electrizante grandeza, que reafirma a Fidelio como una obra siempre viva, capaz de hablarle al presente con la voz ardiente de la libertad.
????? Duración: 165 minutos Ópera Estatal de Viena — funciones hasta el 30 de diciembre
Crédito:
Texto original de Mark Pullinger, publicado en The Times (Londres), 17 de diciembre de 2025.
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